Tender Puentes: Sanar el vocabulario

El mundo se cambia con palabras; todo lo demás es accesorio y lo accesorio puede llegar a ser perjudicial o de gran ayuda, depende del caso. Eso me dijo una comunicadora de amplia trayectoria hace un par de años, cuando conversábamos sobre la importancia del lenguaje corporal y verbal en un salón de clases. Muy poético puede sonar, pero he llegado a pensar que es cierto. Las palabras se visten de un filo interesante que intensifica su importancia, puesto que se convierten en armas al alcance de todos. Por eso, uno de los primeros pasos que considero deberíamos tomar para poder tender puentes exitosos y pasar del conflicto a la conexión, está en cambiar, sanar y prestar mucha más atención a la manera en que hablamos. Cómo nos comunicamos, con qué lenguaje lo hacemos y dentro de qué contexto, son elementos clave que nos ayudan a comprender por qué a veces la utilización de cierto vocabulario puede resultar en una ofensa en determinado círculo social. Todo proceso inicia con la formulación de la idea en nuestra cabeza (cuestión que trataré en otra columna) pero se materializa y produce sus efectos al momento de expresarla. Y últimamente, nos hemos expresado muy mal. Todos.

Nuestra pobreza de expresión en los últimos años, a la que ha contribuido una tecnología que nos exige menos análisis y más rapidez, ha llevado a que algunos grupos hayan planteado -quizás con la mejor de las intenciones – una especie de solución a la carta: el lenguaje inclusivo. Más allá de los obstáculos evidentes que esta idea tiene para llevarse a cabo (la Real Academia Española ha dejado muy claro el porqué esta propuesta es imposible de ejecutarse), yo considero que el lenguaje inclusivo como una de las vías de conciliación que el feminismo de la tercera ola y la ideología de género han planteado con relación al “respeto” y “empatía”entre las personas que constituimos una sociedad, no es una solución sino una manera errónea de abordar el tema. El fin, a como yo lo entiendo (que es procurar un respeto global al momento de expresarnos) es bueno y necesario, pero el medio no es el correcto. Intentar cambiar la gramática para generar una cultura más respetuosa es lo mismo que esforzarse por tapar el sol con un dedo. No es una solución viable, no hay sentido en eso, no es suficiente, ni siquiera es necesario. El discurso popular (muy utilizado por estos grupos) es experto en identificar los problemas, pero pésimo para proponer soluciones que sean precisamente eso, soluciones.

El problema está en confundir la gramática con el machismo y adoptar la utilización de palabras peyorativas dentro de contextos culturales que hieren. Y la solución no está en una reconstrucción gramatical. Debemos sanar el vocabulario. Términos como “hueco” o “marica”, son peyorativos y los utilizamos casualmente (me incluyo en ese grupo y me disculpo – aquí nadie es santo), sin tomar en cuenta que, en el fondo, estos son ofensivos para quienes se identifican como homosexuales, lesbianas, bisexuales, etc. Es lo mismo que el término “indio” para menospreciar a quienes tienen orígenes indígenas o son indígenas. Las palabras se analizan en su contexto y, en estos casos, son contextos que duelen.

No es necesario que estemos de acuerdo con otras mentalidades y formas de vida para estar en paz y respetar. Ojo, escribo “respetar”, no “aceptar, educar ni recitar a los cuatro vientos de manera forzosa”, cabe hacer la distinción. Intentar convencer a todos de una misma idea es desgastante porque es imposible. Inculcar un mismo estilo de vida tampoco es posible, aunque los beneficios para el ser humano y su desarrollo sean explícitamente evidentes al respetar determinadas normas naturales.

Hemos de reconstruir el vocabulario, no forzar el lenguaje inclusivo. La manera en que nos comunicamos es el inicio de toda relación exitosa; he ahí que la comunicación sea vital para la construcción de relaciones sólidas, naciones justas e ideas sensatas. Las batallas que hemos emprendido poco sentido tienen, puesto que no se centran en el verdadero mal. Sabemos qué es lo que tenemos que cambiar, pero nos hemos desviado del camino para promover una sociedad respetuosa y más humana. Algunos han optado por la estrategia de deshumanizar para humanizar y este método es la fórmula del fracaso. Sanemos nuestros canales de expresión. 

#TendamosPuentes

¿Te gustó? ¡Compártelo con tus amigos! 📢👇
Scroll al inicio