Hay retos evidentes, muy tangibles que claramente tiene nuestra nación: como ganar la batalla contra la desnutrición y disminuir la brecha contra la pobreza; erradicar la corrupción enquistada en las instituciones gubernamentales; limpiar de tajo el principal refugio de la indecencia en el país, que es el sistema judicial y generar las condiciones de infraestructura, seguridad y libertad empresarial para hacer de nuestro país un foco de inversión, trabajo digno y desarrollo económico.
Pero más allá de los retos evidentes, hay otros retos un poco más abstractos que también son importantes y que definirán el rumbo de nuestra nación en los próximos días.
Vencer la polarización
Vivimos altamente polarizados, peleando por todo lo que provocó una guerra que las generaciones jóvenes y promesas de esta nación ni vivieron, ni son culpables de sus efectos. No estoy diciendo que debemos ignorar nuestra historia, al contrario. Pero estudiarla y aprender a dialogarla y superarla es madurar como país. No podemos seguir escarbando en las heridas del pasado. Este cuerpo necesita cicatrizar, sanar y volver a ponerse en pie. Los debates arcaicos y retrógradas son antónimos del progreso, y arrecian la polarización en una nación que debería ver riqueza en sus diferencias y no pobreza en sus disidencias.
Atacar la desinformación
La verdad es atractiva, pero la mentira es más interesante. Con internet se creó la gran paradoja: del poder de la información se llegó a la abundancia de la información, pero como la mentira es tiene más demanda que la verdad, ahora lo que existe es el poder de la desinformación. Y recientemente, en nuestro país, no solo proliferan los usuarios en redes sociales que desinforman al margen de la ley y que son amparados por quienes deberían perseguirlos, como los ejércitos de trolls y netcenters que el propio Sistema de Justicia mantiene. Si no que también, hemos dejado que mueran los medios de comunicación profesionales y que se les ataque, incluso, desde el poder gubernamental. Todo esto, causa más desinformación. Sin la prensa, que es el decano de la información contrastada, verificada y explicada, estamos perdidos. De verdad.
Erradicar el exceso de resiliencia
Vamos a ver. No está bien ni es normal ninguna de las siguientes:
- Que seamos un país pobre, y que en estos años desde el Gobierno hayan fracasado todas las iniciativas para que decrezca esta brecha de desigualdad y mejoren las condiciones de vida.
- Que uno de los pilares de nuestra economía sean las remesas, porque en su mayoría son enviadas por guatemaltecos que salieron huyendo del país, que no pudo ofrecerles un trabajo ni vida digna, y que viven en situaciones irregulares en naciones como Estados Unidos, lejos de sus familias.
- Que la empresa privada sea la que siempre rescate al Estado y que sobre ella recaigan todas las obligaciones de un Estado inútil que debería más bien ser el facilitador de las condiciones para que los empresarios guatemaltecos generen empleos dignos y oportunidades en un país que cree en el libre mercado y en la propiedad privada como motores del desarrollo humano.
- Que la corrupción sea la norma en las instituciones estatales, que nuestros impuestos vayan a bolsillos de individuales y no a proyectos de nación, y que los diputados vinculados al narcotráfico o a intercambiar votos por dinero, sean mayoría en el Congreso.
- Que las autoridades sean la representación de la peor clase de personas de Guatemala: ladrones, asesinos, narcotraficantes, violadores y resentidos sociales.
Nada de esto está bien, nada de esto se vale. El exceso de resiliencia de los guatemaltecos lo ha permitido. Debemos aprender a ponerle altos a los abusos. A ser más agresivos cuando se trata de defender.
Valorar nuestra cultura
Comprendiendo que somos tan ricos como nuestra cultura maya, garífuna, xinka y ladina y que la convergencia de los cuatro pueblos en una nación es nuestro sello distintivo, único y de valor incalculable. Es un motor social, económico, patrimonial y turístico.
Proteger nuestros valores fundacionales
Creemos en la república como forma de gobierno, porque sabemos que es el mejor camino para proteger la libertad y los derechos del individuo hacia el desarrollo y fortalecimiento democrático de una nación equilibrada, con pesos y contra pesos, y poderes medidos. Hemos entonces de luchar por blindar, fomentar y comunicar los pilares de un sistema de Gobierno republicano, democrático y representativo, que proteja los principios como soberanía, ciudadanía activa y con valores cívicos, imperio de la ley y oposición a la corrupción que deben delimitar el ejercicio del poder público, convencidos de que es vital el velar por el derecho constitucional a la propiedad, y la libertad de empresa en una economía de mercado, así como la libertad de expresión, religiosa, y de locomoción.
Retos que no son, para nada, secundarios. Si no, más bien, vitales para seguir siendo y convertirnos en la Guatemala del hoy y del mañana.